Uno de las grandes interrogantes que durante el 2018 me han aparecido es lo relacionado a mi experiencia profesional desde una perspectiva pedagógica. Concretamente en lo que respecta a la Didáctica Específica de la Danza Contemporánea, y que se debate entre: la experiencia versus la no-experiencia. Siempre me ha parecido una gran responsabilidad el hecho de estar frente a un grupo, y en el pasado me sucedía que al estar frente a otros grupos no era consciente de tal acto, en mi experiencia puede ser que pasaba por repetir patrones y metodologías que habían sido adquiridas sin ningún tipo de cuestionamiento que mostraban una eficacia, pero que sin embargo ahora bajo la formación de los estudios superiores y la madurez en la danza, mi atención y mi análisis los cuestiona.
Es por esa razón que hablo desde la no experiencia que se enmarca desde mi contexto, el cual puede ser justificable o no, pero que de alguna manera delimita este momento vital y de mi actual formación. Si bien es cierto que no presento ningún tipo de problema al enfrentarme a un publico, ya sea por la experiencia escénica y luego la laboral, mi lejanía al día a día o mi distanciamiento al ejercicio tradicional de la docencia en danza me está replanteando el hecho de cual será mi camino pedagógico. A lo cual me abro estas preguntas: ¿Es posible hasta el día de hoy que me considere un docente?, y de ser así entonces, ¿cuál es el tipo de docente en el que deseo convertirme?.
Experiencia vs No experiencia
Comparando en otras etapas de mi formación, en un ejemplo vulgar, como bailarín deseaba de inmediato llegar a ser un profesional y habitar la escena; sin embargo como pedagogo, no es que no considere tener prisa, pero si considero y pongo en valor el tiempo de espera el cual me ha correspondido transitar. Es el viaje que no puede saltarse ninguna parada. Recuerdo a Lipi Hernández en el inicio de la formación en el Institut del Teatre diciendo que debería tener paciencia ya que había mucho que estudiar, y recuerdo por otro lado alguna tutoría que tuve con Anna Sánchez durante el segundo año de la formación, y preguntaba: ¿en que qué tipo de especialidad deseaba trabajar?.
Esto ha marcado un replanteamiento de todo mi ejercicio, como profesional ubicado en un estilo o especialidad en concreto, primero de la danza clásica y danza moderna, para después entrar en la especificidad de la pedagogía de la danza contemporánea, y es ahí desde entonces que decido durante este periodo el de forjarme un tránsito híbrido con el flamenco. En decir, busque experimentar y no especializarme, por lo tanto al abrir este abanico de posibilidades pone en cuestión el tipo de pedagogo que deseo convertirme.
Es ahí donde encuentro esta gran separación entre definir la experiencia y la no experiencia. Y me encuentro que de alguna manera que con los 20 años de experiencia como bailarín, sé que tambien tengo la experiencia como docente, pero desde un camino ya recorrido por otros, un camino que se ha incorporado por su efectividad mas no por su análisis, pero ojo, cabe recordar que estoy en la no experiencia de la hibridez, y es ahí donde se me ha despertado entonces la inquietud, la curiosidad y el ánimo de la experimentación. Más no de la eficacia y la seguridad del conocimiento dado por hecho, saliendo de la zona de confort que plantea soluciones concretas a poder resolver de manera sistemática el ejercicio de la docencia.
Es por eso que cuando comienzo a plantearme mi Trabajo de Final de carrera, aún queda una gran distancia entre poder concretar lo que deseo, ya que me atrevo a decir, que encuentro muy pocos referentes desde los cuales deseo trabajar. La desventaja de trazarme un camino no lineal como lo plantea la formación de los Estudios Artísticos Superiores en danza, es una sensación de soledad, pero por otro me abre oportinidades infinitas que se traducen en un hecho interdisciplinar.
Por ahora ante estas interrogantes puedo decir que aún no las puedo responder, o más bien que estoy en ello. Por un lado sí, aún estoy estudiando mucho como lo comentaba Lipi y eso me ha llevado a poder indagar sobre mis procesos del cómo aprendo y qué enseño sin darme cuenta, y por otro lado, a mis preguntas que aún sigo respondiendo; ¿qué tipo de docente deseo ser?, ya que lo que si tengo claro es que no seré el docente que repite los patrones de mis profesores, y lo que comienza es un atisbo de lo que aún no puedo nombrar.